24 de abril de 2012

el «truffaut», todo un superviviente

Cinema Truffaut, ese pequeño salvaje de Girona que resiste en versión original
Igual que como hace ahora más de cuarenta años el maestro de la Nouvelle Vague francesa François Truffaut (1932-1984) se inspirara en el estado natural de un niño salvaje deudor de un desarrollo intelectual versus el mundo moderno de finales del siglo XVIII para inculcar a toda una generación inconformista de espectadores el poder de la educación y la diversidad cultural en la sociedad actual, L’Enfant sauvage de las comarcas gironesas y único en su especie a nivel estatal en su versión más "original" respecto a otras ciudades catalanas como Lleida, Tarragona, Terrassa, Manresa, Sabadell o Mataró (aka Cinema Truffaut en honor a su padre adoptivo y mentor) continúa teniendo rasgos en común con aquél mestizo joven de cuya tutela se ocupa de la misma forma que el doctor Itard –interpretado por el propio director– el Col·lectiu de Crítics de Cinema de Girona a través de una ayuda económica ofrecida por el gobierno municipal, un nutrido equipo de profesionales y cinéfilos empedernidos que juntos y con más de veinte años a sus espaldas conservan ese espíritu libre, inquieto y desinteresado que los avatares de la producción cinematográfica y la economía coyunturales no han conseguido sobrepasar, y ni mucho menos "doblar".
Es en 1990 cuando se consolida este grupo de críticos con el objetivo de recuperar un tipo de cine en ‘versión original’ que sin parangón no venía haciéndose en la ciudad desde el aguerrido Cine de arte y ensayo de finales de los sesenta, en la figura de los desaparecidos Cinema Orient y ya en los setenta Cinema Modern. El primer paso se dio al crear la Setmana de la crítica a Girona con la colaboración del Ayuntamiento, la Generalitat de Catalunya y de empresas exhibidoras como las de los inexistentes hoy en día Cinemes Catalunya que durante dos años consiguió programar además de las películas de cada edición, debates, conferencias y presentaciones de libros con el objetivo de demostrar la existencia de un público hasta entonces latente que, aunque interesado, no podía luchar sino era atrincherado en cinefórums o cineclubs y sin un espacio propio. Dos años después y ante la proliferación de cines comerciales en la ciudad, el Col·lectiu llega a un acuerdo con el Cinema Modern para disponer de la Sala2 (rebautizada poco después como Cinema-Estudi Truffaut y que hasta 1987 había funcionado como una Sala X) durante todos los Viernes y Sábados en dos sesiones nocturnas, una situación que aguantaría hasta febrero de 1999, cuando este local de 2600 m2 bajara la persiana, el Ayuntamiento comprara el edificio y el Truffaut cambiara sus instalaciones por las de los Cines ABC. El alcalde de entonces, Joaquim Nadal invirtió 810.300 euros en la rehabilitación del edificio y a partir de la subasta pública de su parte trasera para la gestión de un nuevo cine, el Col·lectiu presentaría candidatura ganando finalmente el concurso. Nace así en noviembre de 2000 el nuevo Cinema Truffaut público, gestionado por el Col·lectiu y situado de nuevo en el histórico Barri Vell de Girona, en el carrer Portal Nou número siete. Durante estos casi doce años de andadura, el "pequeño" Truffaut aparte de ofrecer al menos una de las dos películas que actualmente tiene en cartel –en dos sesiones diarias– y de publicar asimismo en papel siete anuarios hasta 2007 con la crónica anual de las actividades, críticas y recaudaciones persistentes, ha pasado a ser esa caja de resonancia cultural que Girona necesitaba batir, sobretodo en lo referente a aquellas actividades relacionadas con ese otro cine no comercial. Instituciones como la Universitat de Girona, el Museo del Cinema, el Festival de teatro Temporada Alta o entidades como el Videoclub Nouvelle Vague, –este último dirigido por Federico Vega Díaz, un apéndice del Truffaut que se independizó para seguir ofreciendo cine de calidad take away siguen despertando el interés de más y más personas con el reto siempre presente de darles los elementos de información y reflexión idóneos, que como apostilla Imma Merino, profesora de Audiovisuales y Análisis de los Medios en la UdG, miembro del Col·lectiu y periodista habitual del El Punt Avui o Cultura|s “La única razón es crear una cultura cinematográfica paralela a lo que se hace en otros cines, por eso no somos competición con ellos”. Tanto es así que desde que el proyecto ve la luz, la Filmoteca de Catalunya lo inviste dentro de la categoría de sede oficial en Girona –un cargo que hasta entonces fomentaba la Casa de la Cultura– y le otorga 5000 euros anuales para programar, una ayuda que en palabras de Carles Ribas, trabajador a pie de sala desde los inicios: “solo da para 3 ciclos al año”. Además desde 2003 forma parte de Europa Cinemas, la red más importante de salas de cine para la difusión de películas europeas cuya adhesión en torno al setenta y cinco por ciento del material exhibido le retribuye una ayuda alrededor de los 10.000 euros por año, y ya no solo eso, sino que su pertenencia le ha reportado a Francesc Vilallonga, uno de los miembros del Col·lectiu, el poder formar parte en el 65º Festival de Cannes del jurado internacional que otorgará el premio Europa Cinemas Label a la mejor película europea de la prestigiosa Quincena de Realizadores. Gratificaciones como éstas o las que reciben todos los años del propio Ayuntamiento en torno a los 31.000 euros, como comenta el propio Guillem Terribas miembro fundador del Col·lectiu e histórico agitador cultural con base de operaciones en la Llibrería 22 que dirige, “Existimos por desgracia, es una anormalidad. La actual subvención empezó en 50.000 euros” y prosigue “El Truffaut se tendría que financiar con el cincuenta por ciento de la taquilla y el cincuenta por ciento del Ayuntamiento, pero no es así”. 
Mientras el edifico del antiguo Cinema Modern sobrevive a duras penas a la espera de su definitivo hundimiento (un techo que ya en 2007 acabó por venírsele encima y en el que se acabaron invirtiendo nuevamente 263.000 euros públicos) o de que los poderes municipales hasta noviembre del año pasado al frente de la alcaldesa Anna Pagans por el PSC y el gobierno tripartito, y ahora con Carles Puigdemont por CiU que todavía no se ha pronunciado al respecto decidan qué hacer, se contemplan entre otros proyectos el del Centre d’Estudis de la Cançó dels Països Catalans dirigido por el periodista Xevi Planas, oficinas municipales o un centro cívico para personas mayores. La respuesta del Col·lectiu ante todo esto es seguir reivindicando su uso para segunda sala del Truffaut donde poder mostrar cine independiente y de difícil exhibición, pero a esto habría que sumar dos problemas: la batalla con los distribuidores de películas en versión original que solo ven mercado en salas como Barcelona, Madrid, Valencia o Sevilla –aunque existan excelentes relaciones en Girona con Wanda Films y A contracorriente films–, en una situación que provoca que muchas de las películas ganadoras de los grandes festivales internacionales acaben dobladas y desdibujadas; y segundo, renovar ya no las instalaciones, que también, sino la compra de un proyector digital que a parte del Blu-Ray con el que se trabaja conjuntamente al 35mm, permita exhibir las copias láser que cada vez más exigen y demandan las distribuidoras a los exhibidores, una razón por la que el Truffaut aunque le pese tiene que decir no atendiendo a su propia desactualización, y que como comenta el director de cine Isaki Lacuesta, Concha de Oro además del último Festival de cine de San Sebastián “En un par de años el cine en 35mm desaparecerá”.
A expensas de la situación de stand by que atraviesa el mundo de la cultura con los nuevos recortes aprobados recientemente y atendiendo al optimismo del Col·lectiu, la existencia del Truffaut parece que de momento no corre peligro, al menos por ahora. Como comentaba Mirito Torrero, crítico de El País y vinculado al Cinema Truffaut: "Por qué diablos entonces, un grupo de entre los mejores de nosotros, la gent de Girona, la Imma, l'Àngel, el Salvador, el Paco no tenían el coraje de llamar a su proyecto Cinema Godard [...] en San Jean-Luc se resumía todo lo que del cine esperábamos: la provocación, la búsqueda, el no acomodarse a lo conocido, la exploración de nuevas vías..."

¡Larga vida al Truffaut!

9 de marzo de 2012

summer camp



Los campamentos son para el verano, y con ellos la diversión, el buen tiempo y las bromas, o por lo menos lo eran, puesto que no dejan de ser también recuerdos que van de la infancia a la adolescencia de muchos, un viaje llamémosle así a tener en cuenta para entender ese momento en el que Elizabeth Sankey y Jeremy Warmsley decidieron 'reencontrarse' años después de su particular Summer Camp. Sensaciones como las de sostener un viejo álbum de fotos y repasar esas marcas que han dejado en ti aquellas instantáneas, o revivir hechos y situaciones grabadas por tu olvidada cámara de vídeo no sólo sirven para rememorar u añorar o desear volver allí, si esas imágenes han soportado el peso de los años, ¿por qué no seguir manteniéndolas? o mejor aún, ¿por qué no sacarlas a la luz y compartirlas con todos? Dos pícaros ingleses que supieron darse bombo –o mentir descaradamente entre las bambalinas de Internet– como supuesta banda sueca juvenil cuyos componentes se reencontraban tras su paso por un campamento de verano, fue el secreto que acabó delatándoles ante la crítica, pasando a ser la comidilla de muchos y trasladando al dúo directamente de su MySpace a las salas de conciertos –producidos por el nada desdeñable Steve Mackey de Pulp–, y todo, con un debut en forma de retorno a 'aquellos maravillosos años 80', una década esencial para ellos y para el calado general de sus seguidores, como demuestra la canción "1988" del Welcome to Condale. Así, tras el lanzamiento de su primer disco el pasado noviembre, estos versados púberes de alma melancólica pasaron por la Sala Razzmatazz de Barcelona el jueves 8 de marzo durante la Experiencia SOS 4.8 para presentarlo y cantar a los fracasos amorosos y sueños de juventud, al son de la natural, cálida y por momentos indómita naturaleza de ella, y de una deliciosa voz rota que supo manejar en íntima armonía con un público entregado y deseoso de corearla, sobretodo hacia la mitad del concierto con el "Losing my mind" que ambos se marcaron casi a capella. Imposible desprenderse de ese pop a flor de piel indie que recién despierta este grupo, un dulce sabor de boca que quizás se comporte como ese evocado primer y acalorado amor de verano que poco a poco se desdibuja y cae con el correspondiente chaparrón otoñal, mientras se proyectan ante ti imágenes icónicas de los ochenta; de un Michael J. Fox de pelo en pecho al Footloose de Matthew Broderick. Recurrente sí, pero igualmente nuestra más reciente Belle Époque.

4 de marzo de 2012

historias del cronenberg

David Cronenberg se deja la piel en El almuerzo desnudo (1991)

Además de ser canadiense, el director de cine David Cronenberg (1943- ) tiene otra C más que sumar a la cúspide de su carrera; la de culto a "La Nueva Carne", una pasta especial con la que sobretodo a través de la ciencia ficción muchos de sus personajes se desvinculan de su envoltura para alterar su ser, bien a través de mutaciones genéticas, prótesis y otros procedimientos al hilo visceral del horror de serie B –o película C–.
Sus obsesiones van desde las enfermedades tumorales y sus perturbadas deformaciones al "mal viaje" y demás alucinaciones producto del consumo de drogas, las alteraciones genéticas o la propia muerte, pulsiones todas ellas que dan forma a una oculta y oscura parte del alma humana. Así El almuerzo desnudo es el aperitivo perfecto para abrir boca y mente mientras se intenta iniciar uno en el embriagante y fantástico mundo del escritor William S. Burroughs, artífice de la propia novela y bastante protagonista de la misma que con homónima adaptación cinematográfica, transporta al espectador hacia las entrañas de una maquinaria bizarra, donde William Lee –pseudónimo de Burroughs en su primera novela Yonki (o Junkie en inglés)– un exterminador adicto al insecticida, tendrá extrañas visiones que le harán ver confabulaciones y tramas espías en su contra, además de una incipiente y hasta entonces latente tendencia homosexual a través de la aparición de unos anos parlantes alojados en máquinas de escribir con cuerpo de insecto, y todo, mientras Peter Weller (el eterno Robocop) y actor encargado de dar vida a este drogodependiente, escribe las notas de esta misma novela, The Naked Lunch, en un agujero de gusano que conecta al mismo tiempo novelista y personaje (cada uno proyectado en el otro) en un ficticio ser psicótropo.

A propósito de una prolífica carrera, –y como ya sucediera en Inseparables, Cromosoma 3 o Scanners (ésta última quizás una de sus películas de género más conocidas), todas ellas y otras más recientes como su última cinta Un método peligroso recogidas en el ciclo sobre el director Una història d'evolució del Cinema Truffaut de Girona–, lo iracundo inunda gran parte de su filmografía, pero sin manchar demasiado al espectador; su cine está hecho de una minuciosa mucosidad que revuelve los conductos del ser humano desde dentro, y así desde la mente o las emociones lograr hablar del engranaje vital y más innoble del ser humano. Así que ¿por qué ser sólo intimista desde el interior y no entrañable desde las entrañas?

7 de febrero de 2012

el director oculto

Un Roman Polanski se recluye en El quimérico inquilino (1976)
En cierta ocasión el director francés Roman Polanski (1933-), al reflexionar sobre su propia autoría cinematográfica expresaba: “El cine es una especie de radioscopia del director, donde éste no puede escapar, no puede mentir, donde se ve enseguida la mentalidad del tipo que ha hecho el film; si es pretencioso, inteligente, racista, imbécil, etc” Así pues aseguraba además en sus memorias que es precisamente la cuestión de la difusa frontera entre realidad y ficción la que ha constituido su pasión vital y profesional desde su más tierna infancia, fuente incesante de placeres y amarguras. De hecho, se manifiesta en la representación realista que se substrae de esas paranoias y relatos ambigüos que abundan en su filmografía, sirviendo tanto para hacer más efectiva la psicología de sus historias, como también para confundir la visión interna de los personajes con la realidad objetiva que les rodea, hasta tal punto que es harto complicado distiguir en ciertos casos la naturaleza que rige esa misma dualidad. Es esta zona intermedia y enigmática, sin aparente identidad, la que separa lo real de lo que no lo es: como en el claustrofóbico apartamento londinense donde yace la abstraída Catherine Deneuve de Repulsión; en forma de perturbadas alucinaciones sufridas por Jon Finch en el castillo de Macbeth, o en las obsesiones sexuales de un hastiado Hugh Grant en el crucero de Lunas de Hiel; así hasta su última película, donde el leve conflicto de unos confinados matrimonios burgueses en el salón de un apartamento neoyorkino (Christoph Waltz y Kate Winslet / John C. Reilly y Jodie Foster) deviene en una lucha feroz auspiciada por Un dios salvaje, ejemplos todos ellos, situados en esa geografía polanskiana donde el realizador busca guarecerse instintivamente para seguir adelante, tras reponerse durante toda su vida de un destino inefable. Quizás se deba a ese aislamiento por el que Polanski ha percibido el mundo durante años, –a través de muros y alambradas como superviviente del guetto de Cracovia o detenido y en arresto domiciliario en Suiza–, lo que le ha permitido interiorizar constantemente el huis clos de su obra.
Todavía en activo, (el último galardón recibido pero que no pudo recoger fue en España por la adaptación de Un dios salvaje a manos del Círculo de Escritores Cinematográficos el pasado 13 de febrero) Roman Polanski sigue siendo ese mismo director que fue en su juventud; el que habla del aislamiento físico y psicológico, de la inexistencia de la verdad absoluta o de la presencia de demencias turbadoras, y todo, frente a unos fantasmas que provienen del interior o exterior del cuerpo de sus personajes. El espectador observa aterrado que no hay forma de deshacer el enredo mental mediante la cámara de Polanski, en los ojos de sus protagonistas: Rosemary en Rosemary's baby; Carole en Repulsión (desde ese primerísimo primer plano del ojo) y Trelkovsky en El quimérico inquilino, mostrando el mundo al espectador a través de ellos, para que éste último también se enfrente a la realidad y saque sus propias conclusiones, sujetas también a la ambigüedad tanto del cine como de la vida. En definitiva no dejan de ser sus películas complejos estudios psicológicos sobre cómo se comportan los individuos en un ambiente social razonable, pero amenazante, base del drama de la identidad y la corrupción de la sociedad moderna, premisas que exponen los miedos inconscientes, colectivos y culturales atenazados por su personal modo de dirigir, su implicación personal en sus proyectos, y también por esa leyenda negra que le ha hecho a sí mismo y le perseguirá siempre.

2 de enero de 2012

a golpes con antoine doinel

 Antoine Doinel aprende a mirar la vida de frente en Los cuatrocientos golpes (1959)  

Uno de los movimientos culturales más importantes del Séptimo Arte en pro de la expresión y autonomía de medios como  fue la Nouvelle Vague francesa tomaría el vigor y la frescura que la caracterizó gracias de una de las primeras películas que ayudaron a definirla, Les quatre cents coups, ópera prima de un François Truffaut en ciernes dedicada a la memoria de André Bazin, mentor del director y uno de los críticos de cine francés más importantes de la Historia. Con dicha película conseguiría no solo el Premio al Mejor Director en el Festival de Cannes de 1959, sino una nominación a los Oscar por su Guión original que lo auspiciaría finalmente como el cineasta europeo del momento, consagrándole a él y a su actor revelación protagonista Jean Pierre Léaud  –cuyo álter ego de nombre Antoine Doinel marcaría su carrera durante los próximos veinte años–. La cinta en blanco y negro construida en base a las experiencias autobiográficas del propio Truffaut durante los primeros años de su adolescencia pone de manifiesto sentimientos como la infelicidad, la desatención afectiva o la soledad de un chico de doce años que, sin unos modelos familiares firmes y prácticamente abandonado a su suerte –tan solo con la compañía de su mejor amigo René– acabará sucumbiendo en su peregrinar ingenuo por París al fracaso escolar, la delincuencia y finalmente al ingreso en un reformatorio, llevándole a adquirir determinadas pautas de independencia y rebeldía. Solo hay dos momentos de la espiral conflictiva en la que se ve envuelto que consiguen hacerle olvidar y soñar, respondiendo siempre al modelo psicológico de su demiurgo: las escapadas al cine (con un plano que repetiría catorce años después en La noche americana cuando en un flashback del mismo director como protagonista robe un cartel a la salida de un pase de Ciudadano Kane) y el esperado encuentro con el océano, momentos de evasión que vendrán precedidos de la melancólica música de Jean Constantin. La verosímil y empática puesta en escena sitúa a este pobre diablo dentro de un entorno hostil de adultos, resultando el conjunto claramente cercano al espectador, sobre todo, ante esa mirada perdida del protagonista en el plano final que parece pedir ayuda ante la incapacidad de salir del asfixiante laberinto en el que se encuentra. 
La libertad que por definición es la posibilidad de elección supone tener la opción de elegir mal, y eso a Antoine no se lo ha explicado nadie (ni tampoco se lo han hecho escribir cuatrocientas veces) por lo que presumiblemente no será hasta recibir esos cuatrocientos golpes cuando acabe por comprenderlo. Al igual que los personajes realistas de Honoré de Balzac reproducen los males de una sociedad enferma, François Truffaut pone sobre el celuloide una parte de sí mismo, aquejada de unas instituciones (familiar, escolar o penitenciaria) que lo vigilaban pero no cuidaban; castigaban pero no enseñaban, y que intentaban por todos los medios anular, impidiéndole avanzar. ¿Quién no desearía escapar sino hacia esa vasta playa normanda?

20 de diciembre de 2011

el miniput se deja ver en abierto

Íngrid Guardiola ante la cámara · Flickr Miniput © 
Televisión y calidad son dos conceptos que en la actualidad difícilmente podrían asociarse al grueso de programas con los que la sociedad está acostumbrada a lidiar; pero más allá de esa parrilla convencional se encuentra una suerte de pantalla global que aglutina formatos internacionales del circuito anual para exhibirse durante una jornada de doce horas ininterrumpidas en la única y ya decimoséptima Muestra de Televisión de Calidad del Estado español (MINIPUT), celebrada el pasado 3 de diciembre como parte de la programación del CCCB y siguiendo una estructurada selección del último INPUT. Así, a medida que se buscan nuevas fórmulas para seguir atrayendo a una audiencia cada vez más exigente, el medio evoluciona y se nutre sinérgicamente de espacios tales como documentales, series de ficción, concursos o reality shows, que derivan a su vez en híbridos o propuestas totalmente innovadoras. Desde primera hora pudieron verse proyecciones tan diferentes entre sí como las del falso documental Cleveland Vs. Wall Street de la cadena suiza RTS sobre el juicio a los 21 bancos responsables de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos; los docu-realities Threesome y su escuela noruega de coaching sobre sexo o Le jeu de la mort, basado en un concurso francés cuyo ganador no es otro que quién menos escrúpulos tiene en propinar descargas eléctricas; ficciones inspiradas en poesía y literatura como The song of lunch de la cadena británica BBC2, y también la holandesa Annie M.G, en cuyo pase para el capítulo piloto estuvo presente su directora Dana Nechushtan; e incluso sesiones locales y nacionales sobre diferentes disciplinas como Pienso luego existo de TVE (filosofía) o Awa!Awa! y Im Kreiss (música), sin olvidarse del panorama catalán y los esfuerzos conjuntos de Denominació d’ Origen (DO) y la Xarxa de Televisions Locals (XTVL) por dar visibilidad a piezas tan representativas como Brots de la productora Crampton y Baret Voltaire de Piscolab Films.
En torno al reivindicativo lema “la televisión de calidad es posible” se abogó por una mayor presencia de servicio al ciudadano, ideas muy presentes en la última temporada televisiva de TVE y TV3 que, aunque pasan por tiempos revueltos y ajustes presupuestarios culturales y políticos, no han dado tanto el pistoletazo de salida al entretenimiento vacuo como Antena 3 y sus nuevos concursos y talent shows o Telecinco, que pretende virar el color de una programación excesivamente rosa a una más blanca. Íngrid Guardiola, coordinadora del MINIPUT, lamenta que esta crisis provoque un hastío en las televisiones que no permita el riesgo creativo y haga por tanto que sigan decantándose por formatos más funcionales, económicamente hablando. Agradecer por partes a la Universitat Pompeu Fabra y a Televisió de Catalunya que en 1994 decidieran iniciar un proyecto que ha ido creciendo con el paso de los años hasta contar hoy en día con el soporte de una decena de entidades y una suma de 1200 visitantes entre profesionales e interesados en el recién clausurado encuentro y a Josep Ramoneda, director del CCCB durante 17 años hasta esta misma tarde por haber dado a luz proyectos tan emblemáticos e interesantes como éste.

14 de diciembre de 2011

bestias de hoy y dreyer

Carl Theodor Dreyer y su reflejo frente al espejo 
Allan Gray fuera de sí en Vampyr (1932)
Con la sobrenatural llegada de libros, películas y series de temática fantástica como la saga Crepúsculo o The Walking Dead, el género experimenta actualmente un renacimiento con el que Carl Theodor Dreyer (1889-1968) ya soñaba en Vampyr ochenta años antes, obra esta última que fracasaría horrorosamente al no resistir la transición de una década que se debatía entre un terror mudo que funcionaba y su paliativo sonoro, un  desinterés que se mitigaría con la incipiente generación de cineastas de corte realista de los años cuarenta. Este relato de una bruja vampiro se bate a duelo con la realidad que el espectador cree experimentar en torno a la aparición del protagonista Allan Gray en una pensión fantasmagórica –auspiciada por la guadaña de un campesino– con un tratamiento que ya alerta de un mal augurio; exteriores bucólicos impresionistas e interiores de decadencia expresionista. 
El Dracula de Carlos Villarías (1931)
Coetáneas son las versiones modernas que conseguirían un notable éxito comercial como Dracula y Frankenstein (1931);  La Momia, El Hombre Invisible y el Hombre Lobo; los deformes Freaks (1932); gigantescos animales como King Kong (1933) e incluso versiones femeninas como La novia de Frankenstein (1935). De aquí, con la proyección estelar del vampirizado actor Bela Lugosi y la fama que le precedía al Dracula de Tod Browning, destinado al público americano y angloparlante, aparecería otro simultáneo como réplica hispana, Spanish Dracula de George Melford, –protagonizada esta última por unos actores españoles ilusionados con triunfar en Hollywood entre los que se encontraban Carlos Villarías y Lupita Tovar y de cuyas producciones respectivamente se encargaría la UniversalAsí, Hollywood Talkies recoge en el documental producido por Lluís Miñarro con Premio de la Crítica en la pasada Mostra de Venecia incluído, la ruta de estos actores hacia el Dorado Hollywood, en un único pase programado para el día 15 de diciembre en el Cine Truffaut de Girona y que además contará con la proyección de la primera versión en español del vampiro más conocido de todos los tiempos. Disfruten, pasen y sigan pasando miedo.


Hollywood Talkies
escrita y dirigida por Óscar Pérez & Mia de Ribot

25 de noviembre de 2011

shubertnacles humits

El artista castellonense Carles Santos transgrede su obra cada vez que inicia una nueva; original e iconoclasta, este "multipianista" incansable goza de una salud escénica envidiable, todo ello a través de una constante creatividad que ha compartido con instituciones de la talla de John Cage o Pere Portabella. Así, su obra procura mantener el emblema de menos es más, sobretodo en revisiones de clásicos europeos para Rossini o Bach (El compositor, la cantante, el cocinero y la pecadora y La pantera imperial respectivamente) o Chicha Montenegro Gallery, donde sugiere 42 formas de matar a un cura –de sus obras más recientes y aplaudidas–, que no dejan de ser todas ellas evocadoras de un universo propio, como en el caso de su última pieza, Els urinaris públics europeus –Schubertnacles humits– una orgía musical donde las emociones del compositor austriaco Franz Schubert con su El viaje de invierno; La sinfonía inacabada o La sonata nº2 para violín y piano son retransmitidas a través de la voz en OFF de Josep Ferrer, cosificada en un altavoz-tótem de tres metros de altura que tiene necesidades humanas un tanto irreverentes (cantar, miccionar, devorar una manzana) por donde deambularán una serie de personajes a modo de intrusos: la actriz Queralt Albinyana; la violinista Cati Reus; la directora de orquesta Dolors Ricart e incluso el propio Santos, éste último acompañado de su inestimable y deconstruido piano a favor de un personaje más. 
Si te perdiste las dos representaciones de los pasados 19 y 20 de noviembre en el Teatre de Salt (dentro de la programación del Festival de otoño de Cataluña Temporada Alta) tienes otra oportunidad en el Teatre Lliure de Barcelona el próximo mes de junio.
Tan sólo una recomendación; si puedes responder fácilmente a la pregunta: 

– Pots orinar i cantar Schubert al mateix temps? (¿Puedes orinar y cantar Schubert al mismo tiempo?)
no te olvides de hacer de todo antes de entrar, la obra es altamente sugestiva y lo mejor que te puede pasar es que te dejes llevar.

16 de octubre de 2011

patrick wolf

Patrick Wolf, cantante, mamífero y descarnante animal escénico por igual, utiliza su parte licántropa para nombrar no sólo su yo más visceral, sino su último disco, homónimo a una de las fiestas paganas de la Antigua Roma más salvajes, la Lupercalia, precedente del actual San Valentín. Si es o no un canto al amor, quizás sea el morbo que despierta su aullido –el que se esconde tras esta alegoría sobre la fábula de un fauno anteriormente descarriado y ahora, moralejas de la vida, asentado y bastante cebado– la constante vital que hace de Patricio Lobo –como se hizo llamar en el concierto del pasado sábado en la Sala Apolo de Barcelona– un éxito asegurado ante su fiel manada de seguidores.
Su espacio natural es épico en un ritual que convierte el sonido del viento en instrumento, mientras, el movimiento de cuerdas acompaña los bailes frenéticos del estridente sátiro de voz romántica y decadente. Toda una mezcolanza de sentimientos que empastan a la perfección en una orquesta de cámara con tintes de contundente percusión, recogidos en su bonus disc Lemuralia, una sigilosa y pausada alternativa a algunos de sus recientes temas, que con motivo de este regalo vienen acompañados de cinco vídeos tan sugerentes como soberbios. El escándalo está servido, pero desde luego, con buen gusto.

Patrick Wolf - Lupercalia IV

8 de octubre de 2011

the tree of terrence

Brad Pitt, Sean Penn y Jessica Chastain crecen junto a El árbol de la vida (2011)
Empezar por el principio, desde la quintaesencia inicial al comienzo del estado original, es perderse en una serie de detalles que podrían explicar el porqué a preguntas sobre una cuestión irremediablemente larga. Terrence Malick (1943-) toma como respuesta la vertiente religiosa para explicar los recuerdos juveniles de Jack (Sean Penn), desde el primer instante precursor del universo, Bing Bang y posterior vida en la Tierra –como en el cielo– al reencuentro epifánico con su estricto padre creador, Mr. O'Brien / Dios (Brad Pitt), todo ello, a través del monólogo interior de un subestimado niño reconvertido en arquitecto, precedido este último por su obra: la grandiosidad de los rascacielos neoyorkinos como horizonte de los vastos paisajes naturales que, como ese primer árbol desencadenante de la trama, pueblan su memoria de altos y bajos. Así se perfila un espacio más cercano a un viaje psicodélico como el de 2001: Una Odisea en el Espacio, igualmente acompañado por piezas clásicas –en este caso las de Schubert–, que a un ejercicio igualmente retórico pero nada evolucionista, que peca en ocasiones de la alevosía de un demiurgo pretencioso y poderosamente americano. El paraíso en ese barrio de Texas será la génesis determinante para trasplantar el pasado al presente y continuar caminando hacia al futuro, al lado de unos fantasmas que tratarán de pasar página hacia la última parte de este cuento de hadas y dinosaurios, premio no exento de polémica en la pasada edición de Cannes a la Mejor Película, e inicio para muchos de un auténtico apocalipsis del buen gusto.

16 de julio de 2011

estamos rodando

Roxane Mesquida y Robert están redondos en Rubber (2010) 
Del cine de terror slasher, Quentin Dupieux (1974-) toma al psychokiller encarnado en un neumático con poderes telequinéticos, y a la exuberante rebelde aislada del mundo y ajena a él, Sheila (la flexible diva del cine europeo actual Roxane Mesquida), ambos en un contexto árido por donde se pasean (auto)movilizados por sus deseos, por momentos detenidos en moteles o locales de carretera para reconducir sus vidas –y las de sus espectadores dietéticos– consiguiendo con todo una experiencia hilarante cuya originalidad fue reconocida en la pasada edición del Festival de Sitges con el Méliès de Plata a la Mejor Película Fantástica Europea y al Mejor director revelación.
Al igual que John de Bello delirara con su saga de tomates asesinos durante tres décadas, la no reason más absoluta, mezcla de comedia negra, road trip, cine de acción y Serie B intelectual a la par que divertida, vuelve a apoderarse de lo cotidiano y ecléctico, ensañándose en esta ocasión con el neumático Robert (véase la similar pronunciación inglesa con el material del que está hecho: Rubber), el cual ve como su familia es literalmente quemada en un desguace, motivo de una serie de muertes que una patrulla de policías investiga. ¿Por qué un neumático cobra vida y comienza a matar gente? ¿Realmente importa? Así se entiende como una ficción intenta expresar emociones o ideas que no pueden encontrarse en una situación real, abstrayendo dichos elementos para comunicar en este caso, su disconformidad con la industria hollywoodiense, obsesionada en crear tramas enrevesadas y espectaculares que cobren cierto sentido y atraigan al público, sin importar en ningún momento el factor sorpresa. Si los espectadores internos de su película –los observadores con prismáticos– hubiesen entendido el mensaje, no habrían resultado intoxicados por ese cine de palomitas y hubieran salido de su pasividad pasando al siguiente nivel, interactuando con la representación, esto es, tratando de entenderla desde una perspectiva nihilista. Así, cuando esta audiencia empieza a comentar la película, la intención autocrítica del director se dirige a la cuarta pared, es decir, a nosotros por medio de ellos, juzgando nuestro propio criterio a la hora de dejar que se desencadene la historia por sí misma. Mr. Oizo es el mismo Dupieux que es compositor, guionista y director a la vez, una santísima trinidad que firma una cult movie que no desfallece en ningún momento para disfrute y horror de todos aquellos espectadores que no se conforman con menos, especialmente los más escépticos. 

26 de junio de 2011

maldito panero


Leopoldo María Panero de frente (2006) · Miguel Casanova ©
Cuando pasé por delante de su residencia, para entendernos, el Hospital Psiquiátrico de Las Palmas, allí estaba él, Leopoldo M. Panero (1948-) esperándome, sentado en el bordillo de la acera, con una bolsa de deportes repleta de libros pasados pesados (dato que descubrí más tarde). El guiño de su ojo precedió al saludo que precedió al reconocimiento visual, al tiempo que me daba su petate y me pedía que se lo llevara, optando a ello casi por obligación. Empezábamos bien. Allí, a las puertas del sanatorio y mientras esperábamos un taxi, entre sus “benditos” compañeros había uno que no dejaba de recitar a Borges persiguiéndome para que le hiciera una entrevista seria, alegando que era mucho mejor escritor que Panero. Cuando por fin conseguíamos uno, 18 kilómetros nos esperaban hasta la civilización, Las Palmas, en un mayo especialmente caluroso. —Y bien, ¿dónde vamos? —pregunté una vez subidos al vehículo— A el El Reloj” —me respondió–, así que allá que nos fuimos. Llegábamos poco después al Barrio de Triana, a la cafetería El Reloj, y es que quería comer; él, yo no, eran tan solo las 11 de la mañana. Tras degustar su menú y picotear de aquí y de allí me dispuse a hacer un primer intento –o asalto– de entrevista. No sería tan fácil: —Fumas mucho, —dije yo—. Había roto el hielo. Fumo mucho, demasiado, me respondió refiriéndose a los primeros versos de uno de sus poemas más conocidos, La canción del croupier del Mississipi. En efecto, fumaba como un carretero, y eso no era lo peor, conforme daba tres caladas, tiraba el cigarro y volvía a coger otro de su cajetilla Benson & Hedges. Y así, repetía el ciclo una y otra vez. 
Recurrentes eran las canciones del romancero español, poemas de antiguos camaradas o párrafos literales del pensamiento con los que me asediaba en un cada vez más monopolizado monólogo. Una vez terminamos de callejear por el casco viejo de la ciudad, conseguimos hacer un alto en el Parque de San Telmo, donde una semana antes, Leopoldo había firmado ejemplares de su poemario En Teoría durante la Feria del Libro que todavía seguía en marcha.  Con todo, compré dos Coca-Colas frías, eché un rápido vistazo a diferentes lugares donde fotografiarle y sentándonos en un banco de piedra, todo parecía indicar que los dos estábamos dispuestos a prestarnos mutua atención (o por lo menos así quería creerlo yo). 
Tiempo 
Oh ojo de la cruz 
Espada frente al viento 
Espada de la nada y águila contra el viento 
Labio tras labio frotando con mi ser la injusticia del tiempo
 LEOPOLDO MARÍA PANERO, Conversación (6/05/2006)

Yo: Por favor defínete.
LMP: Ni cuerdo ni loco. Extraño. Me interesa el mundo de la locura. […] Mi deseo es estudiar Psiquiatría, ser un maestro del Psicoanálisis.
—¿Cómo te sientes en estos momentos? ¿Cuáles son tus propósitos más inmediatos?
—No estoy contento con mi vida. […] Los manicomios son una máquina de exterminio al igual que lo eran para los judíos los campos de concentración. Vengo de Mondragón (psiquiatrico), donde todos los días recibía una paliza diaria, y aquí, sigo recibiendo un trato pésimo y deleznable. Los odio a muerte. Pienso fugarme de allí (manicomio). Va a ser como la huida de El Lute. A finales de mayo tengo pensado irme a Madrid, a casa de una amiga mía, Rosalía Dans, una pintora surrealista. 


—Cómo ya sabes, vengo de Valencia ¿has estado alguna vez por allí?
—Fui a ver, o a asegurarme que estaba frente al partido político de izquierdas más raro del mundo. Me metí en el PCE en sexto de bachillerato. Llevaba a casa la cartera llena de libros de estética marxista.  
—No sé si sabrás que desde hace un mes, en el Colegio Mayor Lluís Vives de Valencia, se han estado pasando los dos documentales de la familia Panero rodados hasta entonces El Desencanto (1976) y Después de tanto años… (1994) de Jaime Chávarri y Ricardo Franco respectivamente.
—No sabía nada, pero me parece bien.
—Por lo que veo, llevas esa bolsa de deportes repleta de libros. ¿Podrías enseñármelos?
El Norte Análogo de René Daumal; Algunos Poemas más de Emily Dickinson; Edad de Hombre de Michel Leiris; El Cubilete de dados de Max Jacob, obra que me sirvió de inspiración para escribir Así se fundo Carnaby Street; Poemas de John Kyats; Amor en Vilo de Pere Gimferrer, una de las personas con las que viví la época más feliz de mi vida; El Preludio de William Wordsworth; La Mandrágora de Hans Heinz Ewers; Elegías de Duino y Los sonetos a Orfeo de Rainier María Rilke; Antología Poética de W.B Yeats…
—Háblame de la época más feliz de tu vida…
—[…] fue un invento de Pere Gimferrer. Sí, aquellos años, cuando conocí a Gimferrer y a Ignacio Prat. Lo malo vino con un intento de suicidio. Estaba en una pensión de Barcelona y entró la señora de la casa, me vio con las pastillas al lado y me dijo: “¿Pero es que va usted a hacer lo mismo que Marilyn Monroe?”. Me fui a la calle y en la puerta me encontraron en coma. Luego empezó toda esta historia de los manicomios que me destruyeron más que la bebida. […] y recuerdo con mucha vitalidad la transición en la cárcel de Zamora por consumo de drogas donde conocí a Eduardo, un amante que tuve.
—¿Cuáles son esos recuerdos que más añoras de tu adolescencia?
—Mi padre era un borracho, mi madre estudiaba la manera científicamente de matarme…mis hermanos, unos hijos de puta.

Extracto del fotoreportaje dedicado a Leopoldo María Panero
6 de Mayo de 2006. Las Palmas de Gran Canaria