8 de octubre de 2011

the tree of terrence

Brad Pitt, Sean Penn y Jessica Chastain crecen junto a El árbol de la vida (2011)
Empezar por el principio, desde la quintaesencia inicial al comienzo del estado original, es perderse en una serie de detalles que podrían explicar el porqué a preguntas sobre una cuestión irremediablemente larga. Terrence Malick (1943-) toma como respuesta la vertiente religiosa para explicar los recuerdos juveniles de Jack (Sean Penn), desde el primer instante precursor del universo, Bing Bang y posterior vida en la Tierra –como en el cielo– al reencuentro epifánico con su estricto padre creador, Mr. O'Brien / Dios (Brad Pitt), todo ello, a través del monólogo interior de un subestimado niño reconvertido en arquitecto, precedido este último por su obra: la grandiosidad de los rascacielos neoyorkinos como horizonte de los vastos paisajes naturales que, como ese primer árbol desencadenante de la trama, pueblan su memoria de altos y bajos. Así se perfila un espacio más cercano a un viaje psicodélico como el de 2001: Una Odisea en el Espacio, igualmente acompañado por piezas clásicas –en este caso las de Schubert–, que a un ejercicio igualmente retórico pero nada evolucionista, que peca en ocasiones de la alevosía de un demiurgo pretencioso y poderosamente americano. El paraíso en ese barrio de Texas será la génesis determinante para trasplantar el pasado al presente y continuar caminando hacia al futuro, al lado de unos fantasmas que tratarán de pasar página hacia la última parte de este cuento de hadas y dinosaurios, premio no exento de polémica en la pasada edición de Cannes a la Mejor Película, e inicio para muchos de un auténtico apocalipsis del buen gusto.

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