30 de marzo de 2014

mi gozo en el gonzo

Un selfie de Hunter S. Thompson durante su juventud (años 50)
Desde finales de los años noventa la crisis que actualmente domina la profesión periodística –más allá del agotamiento propio de sus canales tradicionales–, se asienta sobre la tutela de una herencia poco halagüeña: precariedad laboral, cierre de medios, sobreabundancia informativa, trivialidad, fuentes compartidas y no contrastadas… directrices que toman las riendas de la opinión pública en ausencia de una cada vez menor perspectiva. Contrariamente a esta tendencia se perciben iniciativas que apuestan por fórmulas de tratar la realidad diferentes, en este caso, desde una escritura de calidad periodístico-literaria y con un acento crítico como la del New Journalism. A partir del término utilizado por Hunter S. Thompson (EE.UU, 1937–2005) como periodismo gonzo, entra en juego aparte de sus particulares criterios de noticiabilidad un valor añadido, “el tiempo”, ese al que hoy por hoy no se acude como debiera y sería necesario para que el periodista se sumerja en una determinada situación, interactuando a partir de aquí con el entorno e incurriendo en un determinado estado, –no siempre bien visto– para acabar reportándolo como la crónica de unas vivencias donde el protagonista pasa a ser el informador y el hecho comunicativo en un testimonio en primera persona. Así espetó Hunter en su libro Los Ángeles del Infierno: una extraña y terrible saga: "Si algo demostraba la saga era el poder sobrecogedor de la prensa neoyorkina […]". A principios de 1965, el autor se refería así a sus compañeros de profesión reivindicando su contrapuesta mirada aséptica, con un discurso que revivía los dieciocho meses que había pasado en estrecha camaradería entre dichos proscritos para su artículo en The Nation, siendo participante observador de muchas situaciones y contando lo que nadie ajeno al cerrado círculo de los motoristas había logrado. Su desafiante actitud ante la vida y un insólito reporterismo que no perseguía el relato presuntuoso –aunque si un cierto reconocimiento–, con recursos propios del reportaje documental (grabaciones, fotografías, confidencias off the record) dieron lugar pronto al mito.

En 1971 las publicaciones Rolling Stone y Sports Illustrated encargarían a Thompson dos reportajes sobre una convención de policías y una carrera de motos en Nevada. A bordo de un Cadillac blanco escribiría ese mismo año Miedo y asco en Las Vegas en una espiral de marihuana, mescalina, cocaína, speed y diferentes ácidos como el LSD, con o sin presencia de alcohol, un papel decisivo en su experimentación de sensaciones límite (hiperestesia) por un periplo semejante al de los personajes Raoul Duke y Dr. Gonzo (el propio escritor y “su abogado” Oscar Zeta Acosta) de su libro. Los extensos artículos de Thompson en Fear and Loathing in Las Vegas son claros y directos, con gran abundancia de adjetivos y en los que la sátira, la exageración y la ironía dan vida a un relato que por momentos parece fantástico. En este último se detecta cierta similitud con otras obras de la Generación Beat como En el Camino de Jack Kerouac, pero Thompson aúna la realidad del periodismo y la ficción de la literatura con el fin de crear un texto nuevo. En el periodismo gonzo se parte además de que autor y protagonista son el mismo, y así, la acción nos es dada conforme ambos se desenvuelven en la historia, de ahí la importancia capital que reside en saber qué pasará y sobre todo, cómo lo contará. La perversidad humana, sobretodo la de la sociedad norteamericana –también la política, costumbres, etc– y la pérdida del sueño americano son reflejo de un mundo que nadie había focalizado en un narrador como él. Por esta razón la relación con la contracultura es vital ya que el periodista gonzo buscará captar el sentimiento de la época mediante la vehiculación de sus personajes con una cierta conciencia social, encargándose de seleccionar la información para disponer los elementos que acaben interviniendo en su ejercicio autobiográfico. La calidad en cuanto a su veracidad puede ser discutible ya que Thompson escribe bajo los efectos de sustancias alucinógenas en las que el producto podría resultar una mezcla entre realidad y ficción: ¿informar o deformar? Partiendo de géneros como el reportaje o la crónica cuya característica principal es informar, ¿el periodismo gonzo informa o cuenta sobre/un determinado acontecimiento? Cuando hablamos de “informar” existen las connotaciones noticia y actualidad que van estrechamente unidas a la profesión periodística; por el contrario, “contar” viene a referir la acción de dar a conocer un asunto independientemente de su vigencia en el tiempo, pasando a engrosar más bien las filas literarias. Hunter S. Thompson se situaría en este segundo grupo aunque no hay que olvidar que tratándose de un género contracultural se tiende a eliminar esa barrera. En estos relatos vivenciales existe, pues, un inicio, desarrollo y final que no necesariamente conllevan un hilo narrativo, sino una cobertura informativa planteada desde la opinión de quien la suscribe, documentando su mundología para dejar de lado cuestiones meramente objetivas, desposeyendo sus relatos de características formales establecidas y postulándose como protagonista absoluto de una historia que adolece ciertos temas recurrentes, como la crítica al gobierno y a lo enquistado de una sociedad. Por esta razón distinguir un texto entre realidad y ficción funciona para el periodismo convencional pero no para el gonzo.