28 de mayo de 2011

barcelona neta

Ugo Tognazzi es Herdhitze, un cínico criminal nazi en Porcile (1969)
Julian (Jean-Pierre Léaud) e Ida (Anne Wiazemsky) son dos jóvenes burgueses destinados por sus ricas famílias a un matrimonio de conveniencia, eso sí, con la insondable barrera de la libertad de uno, melancólico y encerrado en sí mismo en protesta por el rechazo a su padre y a sus negocios con los nazis, y las ideas revolucionarias de la otra, defensora a ultranza del movimiento estudiantil de la época. El director italiano Pier Paolo Pasolini (1922-1975) conversa con el espectador en boca de esta bucólica pareja sobre el conformismo de la sociedad que solo acepta la obediencia y que como el protagonista, pretende demostrar su desobediencia al padre (autoridad), calificándola de la misma forma que se presenta la película, como una Pocilga, y todo esto, mientras se suceden revueltas sociales en contra del sistema, en este caso con el muro de Berlín como telón de fondo. Pero ahí no acaba todo, la historia moderna converge y acaba con un “apocalíptico” relato anterior en el tiempo; si el rico heredero es devorado por los cerdos a los que tanto adora en un fatuo festín que se lleva a cabo en las pocilgas de la granja de su majestuosa villa, otro joven, desesperado, que ha matado a su padre, come carne humana y vaga por las laderas volcánicas del volcán Etna, acaba esperando la muerte en el estéril paisaje siciliano de la Reconquista Española, donde unos lobos hambrientos terminan por unir ambas muertes. En estas dos metáforas asistimos pues, a la destrucción de unos "héroes" rebeldes negados a aceptar el orden establecido, donde el canibalismo o el carroñerismo (lobos) y el Nazismo (cerdos) remitirían a la barbarie y destrucción más absoluta del hombre.
A un día vista de la carga policial que despertó al país y a medio mundo en contra del movimiento 15M en la Plaça Catalunya de Barcelona y en vistas a favorecer claramente la presumible –o no– victoria del equipo patrio, la cifra de indignados y damnificados aumentó considerablemente al conocerse que las causas de tal efectivo fueron las de "limpiar" la zona de la insalubridad debida, con los disturbios que sin embargo los "antidisturbios" provocaron –la cifra de heridos aumenta a más de ciento veinte–. ¿Qué causa verdaderamente que la sociedad se aboque a la suciedad de una pocilga? ¿La unión más que el hacinamiento de personas comprometidas por defender unos intereses generales? ¿O la revancha futbolística de un ayuntamiento que prefiere ver a sus ciudadanos enaltecidos, ebrios y distraídos, capaces en su enajenación de romper o ensuciar mobiliario urbano y por supuesto de manchar la cara más bonita de la ciudad en pro de una celebración? Desde luego yo por pocilga entiendo lo segundo, y por cerdos, todos aquellos que pretenden silenciar el grito unánime de una nación; de todos los que se mueven en pro de la libertad, en marcha por un planeta cansado de vapuleos.

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