9 de marzo de 2012

summer camp



Los campamentos son para el verano, y con ellos la diversión, el buen tiempo y las bromas, o por lo menos lo eran, puesto que no dejan de ser también recuerdos que van de la infancia a la adolescencia de muchos, un viaje llamémosle así a tener en cuenta para entender ese momento en el que Elizabeth Sankey y Jeremy Warmsley decidieron 'reencontrarse' años después de su particular Summer Camp. Sensaciones como las de sostener un viejo álbum de fotos y repasar esas marcas que han dejado en ti aquellas instantáneas, o revivir hechos y situaciones grabadas por tu olvidada cámara de vídeo no sólo sirven para rememorar u añorar o desear volver allí, si esas imágenes han soportado el peso de los años, ¿por qué no seguir manteniéndolas? o mejor aún, ¿por qué no sacarlas a la luz y compartirlas con todos? Dos pícaros ingleses que supieron darse bombo –o mentir descaradamente entre las bambalinas de Internet– como supuesta banda sueca juvenil cuyos componentes se reencontraban tras su paso por un campamento de verano, fue el secreto que acabó delatándoles ante la crítica, pasando a ser la comidilla de muchos y trasladando al dúo directamente de su MySpace a las salas de conciertos –producidos por el nada desdeñable Steve Mackey de Pulp–, y todo, con un debut en forma de retorno a 'aquellos maravillosos años 80', una década esencial para ellos y para el calado general de sus seguidores, como demuestra la canción "1988" del Welcome to Condale. Así, tras el lanzamiento de su primer disco el pasado noviembre, estos versados púberes de alma melancólica pasaron por la Sala Razzmatazz de Barcelona el jueves 8 de marzo durante la Experiencia SOS 4.8 para presentarlo y cantar a los fracasos amorosos y sueños de juventud, al son de la natural, cálida y por momentos indómita naturaleza de ella, y de una deliciosa voz rota que supo manejar en íntima armonía con un público entregado y deseoso de corearla, sobretodo hacia la mitad del concierto con el "Losing my mind" que ambos se marcaron casi a capella. Imposible desprenderse de ese pop a flor de piel indie que recién despierta este grupo, un dulce sabor de boca que quizás se comporte como ese evocado primer y acalorado amor de verano que poco a poco se desdibuja y cae con el correspondiente chaparrón otoñal, mientras se proyectan ante ti imágenes icónicas de los ochenta; de un Michael J. Fox de pelo en pecho al Footloose de Matthew Broderick. Recurrente sí, pero igualmente nuestra más reciente Belle Époque.

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