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8 de abril de 2011

ava infinita

Doña Ava Gardner dialoga con una joven Ava en La noche que no acaba (2010)

¿quién es el animal más bello del mundo?
Joseph L. Mankiewicz (1909-1993) dirige en 1954 La condesa descalza, tomando como referencia el cuento de la Cenicienta, en un análisis sutil del showbusiness hollywoodiense y de sus estrellas, situando la figura de Ava Gardner (1922-1990) en el papel de la actriz ficticia María D'Amata, una bailarina española de origen humilde que ve como el mundo del espectáculo se rinde a sus pies, pero que acabará siendo víctima de sus sentimientos a manos de un conde despechado, su oscuro e impotente príncipe azul.  
El relato comienza y termina en el funeral de la condesa; primero con la incesante lluvia que oculta bajo los paraguas las expresiones de los asistentes (menos las de un lúcido y empapado perdedor Harry Dewes), para acabar delatadas al escampar y salir el sol, un círculo en el interior del cuál se visualizarán las diferentes etapas de la condesa María Torlato-Favrini a través del monólogo interior de este cineasta frustrado interpretado por Humphrey Bogart. En este sentido, él no busca juzgarla, prefiere relatar lo que ha vivido, la libertad con la que la ha tratado, esa mujer que adoraba a su padre y que verá en Dawes a un segundo referente, alguien en quien podrá confiar como esa "hada madrina" que la arrebató de los tugurios de Madrid para hacerle realidad un sueño de nueva princesa de cuento, ser actriz de Hollywood. La desgracia de ésta sobrevendrá cuando vea que los hombres no pueden ver más allá de su exuberante cuerpo, razón por la que buscará la felicidad en la farándula y finalmente en la nobleza. Al fin y al cabo, la frase de Harry “un guión debe tener sentido, la vida no” viene a metabolizar al propio relato, al querer mostrar la vida en sí misma, sin ningún happy end.
En esta película resplandece una Ava Gardner (1922 1990) rebosante de un sex appeal que, al son de un erótico baile flamenco o tendida en un tórrido traje de baño, provoca la lascivia del personal. El documental de Isaki Lacuesta La noche que no acaba (2010) basado en el libro de Marcos Ordóñez Beberse la vida, los años de Ava Gardner en España fue presentado en San Sebastían el año pasado y laureado en la recién clausurada 14ª edición del Festival de Málaga, donde a través de las voces de Ariadna Gil (Ava de los años 50) y Charo López (Ava de los años 80) se recoge la vida pública –y también privada de la estrella desde el primero hasta el último instante de su paso por nuestro país. Así se recoge en una entrevista años después de descalzarse del cine: “mi belleza se ha marchitado, pero eso me libera”, consciente del frenético objeto del deseo con el que sucumbió a la cámara y reflejo de una vida, detrás de ella, igual de agitada. Para que la vida loca de Ava  pueda ser disfrutada por todos –y criticada por los demás–habrá que esperar a su estreno oficial en cines, fecha que de momento se desconoce.

23 de marzo de 2011

el último desliz

Si Cleopatra levantara la cabeza posiblemente se desharía en pedazos halagos hacia su mejor cara, la que le brindó después de Cristo la actriz inglesa Elizabeth Taylor; la que enamoró también a un Marco Antonio aká. Richard Burton que le dejó la cicatriz de su amor para siempre, el áspid que hoy tras la picadura de una larga afección cardíaca mientras dormía y con casi ochenta años a sus espaldas, la ha sumido en ese sueño eterno y reparador al que Hollywood la elevó: la muerte del mito.
Desde sus inicios en el cine nunca se conformó con ser la primera actriz, puesto que desde bien mujercita ya lo había conseguido, en parte gracias a la desbordante belleza de sus proporciones y a esos ojos de color violeta tan ardientes como el tejado de zinc por el que se paseó junto a Paul Newman. Después de varios Oscar, de una estela gigante de éxitos profesionales durante más de tres décadas, fue en los setenta cuando se empezó a mascar su declive: ahogada en el alcohol, cansada de casarse una y otra vez y sin apenas papeles salvo cameos y apariciones en televisión, pasó de ser la mujer maldita a recuperar sus fuerzas en los ochenta y convertirse en una de las más famosas activistas en la lucha contra el SIDA junto a su buenos amigos Michael Jackson o Rock Hudson.
Liz por Richard Avedon (1964)
Así fue como el séptimo arte la consagró como la séptima mejor estrella femenina de todos los tiempos o la mujer más hermosa del celuloide por delante incluso de Ava Gardner, mientras su vida sentimental estallaba tanto dentro como fuera de la pantalla, con hasta siete maridos en ocho bodas truncadas durante el mejor papel de su vida, el de Dame Liz Taylor (1932 2011). El star system ha perdido a una de las estrellas más representativas de la época dorada del cine norteamericano,  del que poco a poco vamos asistiendo atónitos a su caída pasando a ese Panteón inmaculado donde se colocan las musas que han inspirado y seguirán inspirando sueños en el común de los mortales: el cine y sus grandes protagonistas.