17 de abril de 2011

paul al atardecer

El universo de Paul Auster de nuevo en Sunset Park (2010)
Sunset Park es la ultimísima novela del norteamericano Paul Auster (1947- ) que, aparte de dar nombre a la obra, evoca al escenario de su recurrente ciudad de cristal, esa en la que habitan una serie de personajes, reales o no, tan verosímiles que acaban resultando íntimos para el lector: la omnipresente Nueva York. El barrio en cuestión, situado en el distrito de Brooklyn, combina construcciones de estilo neoclásico y Art Decó, sobrio y decorativo respectivamente, lo que apunta a un notable contraste que dibuja la riqueza del conjunto literario; por una parte los desahuciados jóvenes okupas de la llamada “generación perdida”, llenos de vocaciones pero escasos de recursos económicos o, aquellos desheredados que en plena recesión americana (la historia se desarrolla de noviembre de 2008 a mayo de 2009) no pueden hacer frente a sus hipotecas. Junto a este cuadro se enclavan, en lugares diferentes, los acomodados padres del protagonista, lo que abre una brecha entre la presente crisis económica y el difícil momento de Miles Heller por llegar a conocerse y aceptarse a sí mismo, abrumado por el recuerdo del desafortunado accidente de su hermanastro. Ese mismo empellón que sesgó la vida de Bobby en la carretera será el que azote también al protagonista de aquí para allá sin rumbo fijo, renunciando a sus ilusiones y buscando refugio en el presente amor con Pilar Sanchez.  
En vez de contarnos cómo las vidas de las personas terminan por coexistir en esta sociedad prefabricada, Paul Auster acepta que el protagonista nunca acaba de hacerse, que las parejas nunca encajan completamente, que las relaciones de compañerismo en esa casa abandonada terminan gestando una sencilla complejidad con los aledaños del otro, en una búsqueda de sus identidades a través de la sexualidad del generoso Bing Nathan, la erótica pintora Ellen Brice o la comprometida doctorando Alice Bergstrom. Conforme leemos la historia central descubrimos entre sus líneas la profundidad de los relatos que contiene: el acercamiento entre un padre y un hijo; las desavenencias conyugales o el suicidio de la hija de Renzo Michaelson, matizando los contornos de cada uno de ellos, las luces y las sombras de cada personaje hasta convertirlos en personas de carne y hueso. He aquí la magia de este autor, genio de la metanarrativa, que hace de una historia relativamente sencilla todo un juego de espejos en el que las tramas se van reflejando unas a otras.

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