El contratenor alemán Klaus Sperber (1944-1983), conocido artísticamente por su falsetto nombre artístico Knomi, cambiaría su apellido por el anagrama de OMNI -revista americana de ciencia ficción- tras aterrizar en el East Village neoyorkino como extraterrestre y artista performance de la mano de David Bowie. Combinaba el estilo sintético de un níveo maquillaje, con la etiqueta de unos trajes de colores plásticos que iban del blanco y negro al ácido; hombreras espaciales de formas triangulares que, con todo, aumentaban su versión más alienígena de sí mismo, y eso que su voz era muy familiar aquí en la Tierra por la resonancia que mantenía con la gran Maria Callas, muy admirada por el artista. Desvinculado de etiquetas musicales en alza a principios de los ochenta como el New Wave, su particular ariete vocal potenciaba la ópera, el pop y el vodevil –Dark cabaret–, a medio camino entre la alta y la baja cultura, un espectáculo que entusiasmó desde el principio al velvet underground bohemio neoyorkino y a sus líderes, Andy Warhol o Nina Hagen, –o la misma Blondie aká Debbie Harry–.
En 2004 se estrenaba el documental The Nomi Song dirigido por Andrew Horn sobre la vida y milagros de este revolucionario cantante lírico que no sucumbió a su débil sistema inmunológico humano, uno de los primeros famosos afectados por una enfermedad que posteriormente se conocería como SIDA.
"He came from outerspace to save the human race" y otras muchas letras que dejarían pistas de su paso por la Tierra tan inquietantes como Total Eclipse, en donde homoerotiza al Sanson de la obra de Haendel para explicar la persecución del colectivo gay que el mismo sufría; o The cold song, que serviría de banda sonora para la excelente película de Maurice Pialat A nous amours estrenada el mismo año de su fallecimiento.
"He came from outerspace to save the human race" y otras muchas letras que dejarían pistas de su paso por la Tierra tan inquietantes como Total Eclipse, en donde homoerotiza al Sanson de la obra de Haendel para explicar la persecución del colectivo gay que el mismo sufría; o The cold song, que serviría de banda sonora para la excelente película de Maurice Pialat A nous amours estrenada el mismo año de su fallecimiento.