El universo de Paul Auster de nuevo en Sunset Park (2010) |
En vez de contarnos cómo las vidas de las personas terminan por coexistir en esta sociedad prefabricada, Paul Auster acepta que el protagonista nunca acaba de hacerse, que las parejas nunca encajan completamente, que las relaciones de compañerismo en esa casa abandonada terminan gestando una sencilla complejidad con los aledaños del otro, en una búsqueda de sus identidades a través de la sexualidad del generoso Bing Nathan, la erótica pintora Ellen Brice o la comprometida doctorando Alice Bergstrom. Conforme leemos la historia central descubrimos entre sus líneas la profundidad de los relatos que contiene: el acercamiento entre un padre y un hijo; las desavenencias conyugales o el suicidio de la hija de Renzo Michaelson, matizando los contornos de cada uno de ellos, las luces y las sombras de cada personaje hasta convertirlos en personas de carne y hueso. He aquí la magia de este autor, genio de la metanarrativa, que hace de una historia relativamente sencilla todo un juego de espejos en el que las tramas se van reflejando unas a otras.
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