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Elle Fanning y Nicolas Winding Refn puestos hasta arriba de neón en The Neon Demon (2016) |
Nicolas Winding Refn
(1970) encuentra en la violencia su fantasía erótico-estética más
perversa. A través del extrañamiento que produce un entorno hostil, la
crueldad se manifiesta como única forma de relación entre sus
personajes.
The Neon Demon empieza y acaba fagocitada por la irrupción de Jesse (Elle Fanning), una joven “aspirante a” modelo que despierta el interés malsano de los demás, desencadenando el ritual por saber quién acabará poseyéndola. Pero el juego de competencias va más allá del puro fuego de artificio. En un mundo que busca a toda costa la belleza, los demonios internos de todos ellos nos sumergen en una orgia de la apariencia, dentro de un envoltorio que ensalza o arruina sueños a cada nada. Bienvenidos a Los Angeles. El director danés despliega un relato seductor buscando la imagen onanista que lo define. Y lo hace ensalzando la depravación de sus protagonistas. Desde Ruby (Jena Malone), una maquilladora que busca el placer sexual en la muerte; Mikey (Charles Baker) el fotógrafo que fantasea con posear a una niña de 16 años, al igual que Hank (Keanu Reeves); o Bella y Sarah, dos veteranas modelos que buscan bañarse en la sangre de su víctima para seguir siendo deseables. El exceso mueve los bajos instintos de todos ellos. Dinero, atracción y envidias tiñen de rojo el cuerpo inmaculado de Jesse, cuyo olor a carne fresca comienza a ser vampirizado. Como las luces de neón que dibujan el horizonte nocturno de la película y buscan hipnotizar al espectador. No hay nadie que no acabe atraído por su peligroso encanto. Lo salvaje acaba por desgarrar cualquier atisbo de inocencia y el terror se ceba sobre una historia contada visualmente, como el macabro editorial de una revista de moda en movimiento.
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Los ojos de L'Enfer, 1964 |
Onírico e inquietante, gracias a los arreglos músicales de Cliff Martínez. Si entendemos el cine como experiencia no tanto purista si no más bien sensorial, la visión experimental y radical de Winding Refn puede saborearse mejor. Podría entenderse de la misma forma inconexa que los screenshots de Romy Schneider en la inconclusa L’Enfer, donde Henri Georges Clouzot sexualiza a su actriz cubriéndola de purpurina y efectos lumínicos para satisfacer única y exclusivamente las exigencias de su autor. Así que, ¿por qué no disfrutar de esta orgía visual y ser un poco más voyeurs sin avergonzarnos de ello?