Roxane Mesquida y Robert están redondos en Rubber (2010) |
Del cine de terror slasher, Quentin Dupieux (1974-) toma al psychokiller encarnado en un neumático con poderes telequinéticos, y a la exuberante rebelde aislada del mundo y ajena a él, Sheila (la flexible diva del cine europeo actual Roxane Mesquida), ambos en un contexto árido por donde se pasean (auto)movilizados por sus deseos, por momentos detenidos en moteles o locales de carretera para reconducir sus vidas –y las de sus espectadores dietéticos– consiguiendo con todo una experiencia hilarante cuya originalidad fue reconocida en la pasada edición del Festival de Sitges con el Méliès de Plata a la Mejor Película Fantástica Europea y al Mejor director revelación.
Al igual que John de Bello delirara con su saga de tomates asesinos durante tres décadas, la no reason más absoluta, mezcla de comedia negra, road trip, cine de acción y Serie B intelectual a la par que divertida, vuelve a apoderarse de lo cotidiano y ecléctico, ensañándose en esta ocasión con el neumático Robert (véase la similar pronunciación inglesa con el material del que está hecho: Rubber), el cual ve como su familia es literalmente quemada en un desguace, motivo de una serie de muertes que una patrulla de policías investiga. ¿Por qué un neumático cobra vida y comienza a matar gente? ¿Realmente importa? Así se entiende como una ficción intenta expresar emociones o ideas que no pueden encontrarse en una situación real, abstrayendo dichos elementos para comunicar en este caso, su disconformidad con la industria hollywoodiense, obsesionada en crear tramas enrevesadas y espectaculares que cobren cierto sentido y atraigan al público, sin importar en ningún momento el factor sorpresa. Si los espectadores internos de su película –los observadores con prismáticos– hubiesen entendido el mensaje, no habrían resultado intoxicados por ese cine de palomitas y hubieran salido de su pasividad pasando al siguiente nivel, interactuando con la representación, esto es, tratando de entenderla desde una perspectiva nihilista. Así, cuando esta audiencia empieza a comentar la película, la intención autocrítica del director se dirige a la cuarta pared, es decir, a nosotros por medio de ellos, juzgando nuestro propio criterio a la hora de dejar que se desencadene la historia por sí misma. Mr. Oizo es el mismo Dupieux que es compositor, guionista y director a la vez, una santísima trinidad que firma una cult movie que no desfallece en ningún momento para disfrute y horror de todos aquellos espectadores que no se conforman con menos, especialmente los más escépticos.